Iglesia de San Nicolás al Carmen

El Beato Franco Lippi de Grotti

Debajo del altar con el retablo de San Miguel Arcángel del Beccafumi está conservada una urna con las reliquias del Beato Franco Lippi de Grotti, eremitaño de la Orden carmelitana, importante por la gran austeridad de vida que condujo.
Hijo de padres muy religiosos, nació cerca del castillo senés de Grotti el 3 de diciembre de 1211. A pesar de sus enseñanzas, su comportamiento en edad juvenil no fue bien visto ya que, se dedicó al juego y a todos los tipos de vicio. Su memoria está relacionada con  la ciudad de Sarteano donde su vicisitud espiritual cambió profundamente; en 1229, mientras estaba en el pueblo combatiendo con las tropas senesas que defendían Sarteano de los Orvietanos, y después de haber perdido todos lo que tenía, jugó sus ojos  diciendo:”Esos también me voy jugar por desagrado de quien me los hizo!", y de repente se quedo ciego. Pero la oscuridad milagrosamente le alumbró la consciencia e hizo un voto solemne a Dios y a Santiago, que en el caso hubiese reconquistada la vista habría ido al peregrinaje hasta Santiago de Compostela. El prodigio se cumplió y Franco reconquistó la vista: en un primer momento, sólo la necesaria para hacer el largo camino y una vez llegado a Santiago la recobró totalmente. Sinceramente convertido volvió de Galicia y se fue hacia Roma para invocar la absolución papal de sus pecados; de santuario en santuario, de eremitorio en eremitorio, tocó los lugares santos de Nápoles, de la Puglia, de la Sicilia y de Loreto. Regresando a Siena, fue convertido en eremita gracias a la predica del dominico Ambrogio Sansedoni: primero vivió en una gruta escabada en la tierra arenaria cerca de Puerta San Marco, dedicándose a la oración y la penitencia y luego en un bosque cerca de su lugar de nacimiento donde hizo muchos prodigios y tuvo muchas visiones. Una tarde del 1279  se le apareció la Virgen que le invitó a vestir el hábito de los Carmelitanos y, una vez entrado en el monasterio, dobló sus penitencias con cadenas de hierro alrededor de los flancos, las piernas, los muslos, el cuello y el pecho. Su única comida por tres días a la semana era la santísima Eucaristía; ponía clavos en el piso de su cella para pisarlos todos los días y en boca llevaba una bolita de hierro para “mortificar su lengua”. Vivió así en la comunidad religiosa del Carmen por diez años hasta su muerte el 11 de diciembre del 1291, entrando en la gloria del Señor.