La Basílica de los Siervos de María

Los Ordenes Mendicantes

Los ordenes mendicantes representan una grande novedad en la historia, un nuevo modelo de vida cristiana, inspirado por el Espíritu Santo en el siglo XII. Hasta entonces el Monaquismo, nacido en el momento en que se acabó la época de los mártires, representaba el ideal de la vida cristiana, signo de dedición total a Dios. Los  monasterios eran oásis seguras en la época de las invasiones bárbaras y de los grandes cambios sociales del Alta Edad Media y en ellos se podían preservar los valores de la vida cristiana y de  la riqueza cultural generados por el encuentro entre la civilización griego-romana y el Evangelio. Entre los siglos X y XII las órdenes monásticos, siendo ya antiguos, manifestaron un intenso y especial movimiento de reforma  llevando la vida religiosa, a la simplicidad de los orígenes y a la reforma de toda la Iglesia. Aparte de las trasformaciones llevadas a cabo por el desarrollo de los comercios y de las ciudades junto a la necesidad siempre mayor de una conversión de los cristianos al modelo originario de la iglesia primitiva, dando origen a un difuso fermento espiritual de predicadores que con fuerza llamaban a la conversión. Muchos de éstos, como  Pietro Valdo y sus seguaces, empezaron a oponerse a la autorización de la jerarquía contra la estructura de la Iglesia que los transformó en movimientos eréticos que remarcaban exasperadamente los valores cristianos como la pobreza.

En este contexto nacieron dos primeras grandes órdenes: al principio del siglo XIII Santo Domingo de  Guzmán fundó un grupo de predicadores que luchaba sobretodo contra la herejía cátara e intentaban difundir la verdadera fé. San Francisco de Assis, verdadero contestador de la sociedad mercantil que hacía de la riqueza la principal finalidad de la vida, como otros predicadores eréticos “se casó con Virgen Pobreza” para vivir solo el grande Bien: el amor de Dios. Su radicalidad no fué nunca un ataque contra la Iglesia, al contrario buscó siempre la aprobación de su Obispo y del Papa, pudiendo, de esta manera, promover un auténtico movimiento de reforma de la Istitución Eclesiástica incidiendo también en la consciencia personal de quien le encontraba. Otra  característica de estas nuevas órdenes fue la elección de vivir en las ciudades, siempre en los barrios más pobres para dedicarse a la asistencia y a la evangelización de las personas más necesitadas de la población.
El adjectivo “mendicantes” viene de la costumbre de estos frailes que vivían de la  limosna y de la caridad de los fieles y que no hacían una obra de tipo monástico,  no obstante dieron  origen a importantes actividades de producción.
Entra las más importantes órdenes mendicantes se recuerdan: los franciscanos  y los dominicos, los agustinianos, los siervos de María, los carmelitas y los Gesuati, un orden fundado por el Beato Colombini.