La Otra Majestad

Presentación

Para poder entender la profundidad de la devoción mariana de lo seneses tenemos que hablar de la Catedral, de la Iglesia de  Provenzano y de la Basílica de los Siervos de María, tenemos que incluir además la otra “domus Virginis”:  el Palacio Público, sede del Ayuntamiento. En su interior se puede admirar la que es considerada una de las más importantes obras maestras de la pintura gótica europea por sus profundos significados civiles y religiosos y por la extraordinaria novedad de su lenguaje formal: la  Majestad de Simone Martini.
Poco después de la realización de la grande Majestad hecha por  Duccio di Buoninsegna en 1311 para el altar mayor de la Catedral, el ayuntamiento, gobernado por nueve representantes de la rica burguesía – llamado el “Gobierno de los Nueve”- comisionó a Simone Martini el fresco con el mismo tema que Simone  acabó en  1315. Lo que las autoridades ciudadanas querian realizar era una Majestad que decorara los salones del Palacio Público como significado del reconocimiento cívico de la devoción senesa por la Virgen. De grande importancia es ante todo el lugar elegido por los miembros de la comisión: el fresco ocupa en efecto una entera pared del salón más importante y representativo del Palacio Público, llamado ‘de las ballestras’ o ‘ mapamundo’, en el cual se desarrollaban las reuniones del Consejo General de la ciudad.
En relación  a la obra de  Duccio, este fresco presenta la misma iconografía: aquí también  esta la Virgen, sentada en el trono con el Niño, ella ocupa la parte central de la representación y a su alrrededor se encuentra una rica corte celestial compuesta de ángeles y Santos; estos últimos, los cuatro en primer plano, representados de rodillas, son los Santos protectores de Siena, Ansano, Savino, Crescenzio y Vittore, intermediarios entre la Virgen y la ciudad. Cúales son los detalles diferentes de ésta respecto a la Majestad de Duccio y sobre todo, cúal es el mensaje que los Nueve querían transmitir a través de ella?
Mirando el fresco se nota que el Niño Jesús, representado en posición erguida con los pies sobre el regazo de la Madre, indica un pergamino con el incipit del Libro de la Sabiduria: “Diligite Iustitiam qui iudicatis terram”, que quiere decir “Quieran la justicia los que gobiernan”. En la representación  la Virgen es la ‘sede de la sabiduría’ porqué su regazo fué la demora de  Cristo, sabiduría encarnada. Ella se presenta entonces no sólo como protectora de la ciudad sino como consejera de los gobernantes y de los débiles. Las dos inscripciones una debajo, en el peldaño del trono y la otra en el perfil interior de la cornisa refuerzan este concepto sobre todo porqué escritas en la lengua italiana de entonces llamada ‘volgare’ y no en latín para que más gente pudiese entenderlas: en ambos casos es la Virgen que habla y se dirige a los que gobiernan y a todos los ciudadanos para que sea claro el concepto de justicia enunciado en el pergamino de Jesús. Con estas palabras María advierte a los gobernantes que no se cierren en la búsqueda egoística del interés personal sino que se abran para desarrollar el bien común a través del ejercicio de la justicia. Ella es la personificación de los valores traídos por los Nueve, una especie de ‘manifiesto’ de sus ideales de buen gobierno. En este contexto los cuatro santos se ponen como interlocutores de la Virgen y embajadores de la ciudad llevando el pueblo senés al interior de la representación.
La grandeza de Simone Martini, ejecutor material del fresco fué la de traducir la intención de la delegación del “Gobierno de los Nueve” empleando un lenguaje absolutamente inovador y funcional aplicado en el mensaje de la obra. La virgen no es más la icona bizantina del retablo de Duccio, aún rígida y remota sino que se convierte en la  ‘Mater’ más dulce y humana que los senes jamás habían visto. También el rígido orden simétrico de la obra de Duccio aquí está cambiado por una composición en movimiento que se desarrolla en manera perspéctica en el espacio general. Todo eso sugiere la idea de que la Virgen haya bajado del cielo llegando hasta el pueblo de  Siena: siguiendo sus advertencias y pidiendo su protección, los seneses expresaban la parte mejor de su identidad ciudadana.
Otra prueba de la devoción mariana, siempre en el Palacio Público, es la  Capilla de Plaza, construida debajo de la  Torre del Mangia  en el 1353, como cumplimiento del  voto público hecho en favor de la Virgen durante la trágica peste negra del 1348. La presencia de esta capilla transformó la plaza en una verdadera “iglesia mariana a cielo abierto”, donde cada mañana se celebraba la  Misa que podían escuchar todos los que iban a trabajar a la plaza.